En medio del estupor, los deudos tuvieron que llamar a la Policía y a un médico forense debido a que en repetidas veces se escucharon ruidos provenientes del interior del féretro. Sin embargo, los especialistas constataron que efectivamente el hombre estaba muerto.
Sensaciones de variado tipo recorrieron los cuerpos de quienes asistían noches pasadas al velatorio de un joven, en la provincia de Santiago del Estero, que había sido dado por fallecido producto de un accidente en motocicleta.Fue entonces que mientras la congoja ganaba el lugar, en medio del silencio y las voces bajas, desde el interior del féretro se escucharon ruidos, que provocaron la lógica conmoción de los presentes.
Como para dar mayor tinte cinematográfico, ya habían sonado las doce campanadas de la medianoche, de modo que al sentirse los ruidos desde el ataúd, se produjeron escenas de confusión y pánico entre deudos y asistentes.
Los menos asustados acudieron a abrir el ataúd al tiempo que llamaban al personal que realizaba el servicio fúnebre, el que constató que efectivamente el joven estaba muerto.
Pasada la primera zozobra, se volvió a cerrar el féretro y en momentos en que todos se estaban nuevamente acomodando, nuevamente ruidos extraños partieron desde el interior del mismo. A esa altura, los asistentes optaron por solicitar la presencia de la policía y de un médico forense.
Llegados al lugar, los funcionarios procedieron a desalojar la sala para realizar las constataciones de rigor, siendo el resultado expedido por el facultativo de que efectivamente, el joven había obitado varias horas antes.
Sin embargo, los testigos aseguraron que el rostro estaba sudado y que sus manos estaban contraídas.
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